Cristianos 2.0: Usar la tecnología como extensión de la gracia de Dios
- Alfredo Arn
- 16 ago
- 3 Min. de lectura

Pedro 4:10-11 :
10 Cada uno según el don que haya recibido, ministre a los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.11 Si alguien habla, hable conforme a los oráculos de Dios; si alguien sirve, sirva como quien recibe fuerza de Dios, para que en todo sea Dios glorificado mediante Jesucristo. A él pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.
En un mundo cada vez más digitalizado, donde la inteligencia artificial (IA) transforma la forma en que trabajamos, comunicamos y vivimos, el llamado de 1 Pedro 4:10-11 adquiere una relevancia profunda y renovada. Este pasaje bíblico nos invita a usar los dones que hemos recibido para servir a los demás, como buenos administradores de la gracia de Dios. Hoy, esos dones ya no se limitan solo a habilidades tradicionales, sino que incluyen el dominio de tecnologías, la creación de contenidos digitales, el diseño de algoritmos éticos y el uso responsable de la IA.
La tecnología moderna ha ampliado enormemente el alcance del servicio cristiano. Un creyente con don de enseñanza puede ahora llegar a miles a través de videos en YouTube, podcasts o plataformas educativas en línea. Al usar estas herramientas como “oráculos de Dios”, tal como exhorta Pedro, podemos compartir la verdad bíblica con claridad, integridad y poder espiritual, aprovechando al máximo los medios digitales.
Asimismo, quienes tienen dones de administración, creatividad o programación pueden desarrollar aplicaciones, sitios web o herramientas digitales que sirvan a la comunidad cristiana. Desde apps de devocionales hasta plataformas para la ayuda social, estos recursos pueden ser verdaderos instrumentos de bendición, siempre que se usen como “fuerza que Dios supre” o como Dios provea y no como herramientas de lucro o control.
La inteligencia artificial, aunque es una herramienta humana, puede ser empleada con propósito espiritual. Por ejemplo, la IA puede traducir la Biblia a lenguas minoritarias, transcribir sermones para personas con discapacidad auditiva, o ayudar a pastores a preparar estudios bíblicos con mayor profundidad. En este sentido, usar la IA no es contrario a la fe, sino una forma moderna de “ministrar según el don recibido” o desarrollar el don que Dios nos ha concedido .
Sin embargo, Pedro también advierte sobre la intención detrás del servicio. Si alguien habla o sirve, debe hacerlo para glorificar a Dios, no para acumular seguidores, likes o influencia. En la era de las redes sociales, donde la autopromoción es constante, este llamado a la humildad y a la gloria divina es más necesario que nunca. El creyente debe cuestionar: ¿Estoy usando la tecnología para exaltar a Cristo o para exaltarme a mí mismo?
Además, la ética en el uso de la tecnología es fundamental. Como “buenos administradores de la gracia de Dios”, los cristianos tienen la responsabilidad de promover el uso justo, honesto y compasivo de la IA. Esto incluye rechazar el uso de deepfakes, la manipulación de información o el ciberacoso, y en su lugar, promover la verdad, la justicia y el amor al prójimo.
Otra forma de aplicar este pasaje es mediante la creación de comunidades digitales sanas. Muchos encuentran consuelo, oración y discipulado en grupos de WhatsApp, foros cristianos o redes como Facebook. Cuando estos espacios se gestionan con amor, respeto y enseñanza bíblica, se convierten en extensiones modernas de la iglesia local, donde cada miembro sirve según su don.
La tecnología también permite servir a quienes están marginados o aislados. Personas con enfermedades crónicas, ancianos solos o personas en zonas de conflicto pueden recibir apoyo espiritual y emocional a través de videollamadas, mensajes o cartas digitales. Este tipo de servicio refleja el corazón de Cristo y cumple con el mandato de ministrar “como de la fuerza que Dios supre”.
En última instancia, todo uso de la tecnología debe tener como meta la gloria de Dios. No se trata de adoptar las últimas tendencias por moda, sino de discernir cómo el Espíritu Santo puede usar herramientas modernas para extender el Reino. La verdadera innovación cristiana no es tecnológica, sino espiritual: transformar el mundo con amor, verdad y esperanza.
Finalmente, 1 Pedro 4:10-11 sigue siendo una guía poderosa en la era digital. Cada creyente, independientemente de su campo, puede ser un administrador fiel de los dones de Dios —ya sea escribiendo un código, produciendo un video, moderando una comunidad o predicando en línea—, siempre que todo se haga para glorificar a Dios por medio de Jesucristo. Así, la tecnología, guiada por la fe, se convierte en un instrumento de gracia en un mundo que tanto la necesita.







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