top of page

El gran salto del coaxial: cómo las empresas de TV cable sobrevivieron volviéndose a Internet

  • Foto del escritor: Alfredo Arn
    Alfredo Arn
  • 4 sept
  • 5 Min. de lectura

 

ree

 

En los años noventa, el paisaje audiovisual peruano se iluminó con la llegada de la televisión por cable. Operadores como Cablexpress, Best Cable o Telecable reemplazaron la antena parabólica del tejado por un cable grueso que colgaba de los postes y desembocaba en un decodificador. Durante dos décadas, ese coaxial fue la gallina de los huevos de oro; tarifas planas, paquetes de cien canales y una factura mensual que rara vez bajaba de los 60 soles. Nadie imaginaba que el verdadero rival no sería otro cable operador, sino la propia Internet que ellos mismos ayudaban a popularizar.

El punto de inflexión llegó en 2016. Netflix ya sumaba un millón de suscriptores en el país y la televisión lineal perdía 50 mil hogares cada trimestre. Los balances reflejaron la primera caída de ingresos en veinte años: el ARPU de TV se estancó mientras que el tráfico de datos crecía 70 % anual. Fue entonces cuando los dueños de los cables coaxiales descubrieron que la misma infraestructura que llevaba MTV a los hogares podía transportar bits a velocidades de cien megas. La migración de “cable operador” a “proveedor de Internet” dejó de ser una opción estratégica para convertirse en un acto de supervivencia.

Movistar —heredero de Cablexpress— fue el primero en cruzar el río. Entre 2007 y 2010 reemplazó nodos enteros de coaxial por fibra óptica hasta el hogar (FTTH) en Lima y Callao, y lanzó el primer paquete “triple-play” del país: voz, Internet de 20 Mbps y televisión IP. El resultado fue demoledor; en cinco años duplicó su participación en banda ancha fija y protegió la base de TV, que seguía facturando aunque ya no fuera la estrella. El ejemplo fue imitado por Claro, que migró su red HFC a DOCSIS 3.1 y luego a FTTH, y más tarde por operadores regionales como Best Cable en Arequipa o Cable Mágico en la selva, que encontraron en la fibra la forma de competirle al “gran jugador” sin tener que instalar antenas satelitales.

La lógica era simple; si los clientes dejaban de pagar por canales, al menos debían seguir pagando por la tubería que los llevaba. El problema era que la tubería ya no era única. Cuando WOW y WIN —nuevos ISP sin legado coaxial— desplegaron fibra desde cero, ofrecieron 200 Mbps simétricos por 70 soles y desataron una guerra de precios que aún no termina. Los ex-cable operadores se vieron forzados a duplicar velocidades sin aumentar tarifas, a regalar decodificadores Android TV y a absorber el costo de migrar antiguos amplificadores de coaxial a nodos ópticos con menos radio de cobertura. El ROI promedio de la red pasó de cinco a siete años en un solo ejercicio.

Aun así, la estrategia funcionó. Hoy el 74 % de los accesos fijos del país ya son fibra y los operadores que antes vivían de la TV representan casi el 60 % del mercado de banda ancha. Movistar lidera con 33 %, seguido de Claro con 25 %, pero la sorpresa es WOW: nacido en 2018, ya acapara 15 % y presencia en catorce regiones donde el coaxial nunca llegó. La moraleja es clara; quien no haya completado la mudanza a IP en los próximos dos años quedará fuera del juego, porque la fibra se está convirtiendo en commodity y el diferencial ya no es el canal, sino el ancho de banda y la latencia.

Pero el éxito tiene costos ocultos. Un tercio de la red HFC sigue operando en paralelo: los mismos técnicos que instalan ONT de fibra aún deben subirse al poste a arreglar un amplificador de 1998 porque la ley obliga a mantener la señal analógica para canales locales. Ese “dual stack” encarece el mantenimiento y frena la liberación del espectro que podría usarse para ofrecer más velocidad. Además, el proyecto de “must-carry” (obligacion de transmisión) que se debate en el Congreso exigiría transportar gratuitamente todas las señales abiertas que lo soliciten, lo que obligaría a reservar ancho de banda para contenidos que generan cero ingresos.

El segundo desafío es tecnológico. Los gigabit que hoy se venden como premium serán el plan básico en 2026, cuando el 5G fijo empiece a ofrecer 300 Mbps sin instalar cable. Para competir, los ex-cable operadores deberán saltar de 1 Gbps a 10G-PON, virtualizar sus CMTS y desplegar edge-computing en menos de veinticuatro meses. La inversión supera los mil millones de dólares, y el retorno es incierto; OSIPTEL consulta sobre desagregar la última milla, medida que permitiría a nuevos ISP alquilar la fibra ajena y convertir a los antiguos dueños del cable en simples “mayoristas” de bajo margen.

El tercer frente es la desaparición inevitable del negocio de televisión lineal. Los analistas proyectan que para 2027 el 55 % de hogares peruanos será “streaming-only”. Movistar y Claro ya reportan que el 30 % de su tráfico de TV circula por apps Android y no por la señal tradicional. La pregunta ya no es cómo proteger el ARPU de cable, sino cómo cobrar por la conectividad que hace posible Netflix, Disney+ o la Liga 1 Max. Algunos operadores ensayan bundles con cloud gaming o servicios de seguridad doméstica; otros apuestan a la fibra empresarial y a circuitos dedicados para minería o banca.

Mientras tanto, surgen oportunidades inesperadas. El retiro masivo de coaxial generará más de mil toneladas de cobre y aluminio reciclable; Telefónica ya monetiza parte de ese material y reduce su huella de carbono. En regiones amazónicas, donde el 5G aún no llega, la fibra desplegada por WOW y Best Cable se alquila al Estado para conectar colegios y postas médicas, creando una fuente adicional de ingresos. Y en los barrios limeños de clase media, el mismo técnico que antes instalaba decodificadores ahora vende cámaras de videovigilancia conectadas a la ONT, convirtiendo al ISP en una especie de “utilities company” del hogar digital.

El escenario más probable para 2027 es una consolidación acelerada. Los pequeños cable operadores que no alcanzaron masa crítica serán absorbidos por fondos de infraestructura que buscan escala; WOW ya estudia la compra de Best Cable y COTV para sumar 300 mil clientes y desafiar a Movistar en provincia. En paralelo, nacerán alianzas entre ex-cable y operadores móviles; Claro ya integra sus planes 5G con fibra fija, y se rumora que Entel podría alquilar la red de WIN para ofrecer 5G sin construir nueva infraestructura. El resultado será un mercado con tres o cuatro jugadores nacionales que compiten en precio, velocidad y servicios digitales, mientras la televisión lineal se convierte en un apéndice gratuito o desaparece por completo.

Para el usuario final, la transformación significa más velocidad por menos dinero, pero también la pérdida del “paquete cerrado” que tanto tranquilizaba a los padres; ahora cada integrante del hogar paga su propia suscripción y elige su propia pantalla. Para los operadores, la lección es que el cable que una vez transportaba Nickelodeon ahora transporta TikTok, y que su supervivencia depende de mantener ese tubo lleno de bits, no de canales. La historia del coaxial peruano termina así: convertido en un hilo de vidrio que ya no alimenta televisores, sino el futuro digital de millones de pantallas que aún no han sido inventadas.

     

Comentarios


bottom of page