Intelsat en 2025: de la autonomía al liderazgo multiórbita y su apuesta estratégica por Perú
- Alfredo Arn
- 3 sept
- 5 Min. de lectura

El 31 de julio de 2025 quedará registrado como el día en que Intelsat dejó de existir como marca independiente para convertirse en el activo más valioso de la nueva SES-Intelsat, un coloso de 120 satélites que controla el 20 % de la capacidad comercial mundial. La operación, valorada en 3,100 millones de euros, no fue solo una compra; fue la respuesta de la industria satelital a la presión de las constelaciones LEO de baja latencia y a la demanda gubernamental de redes híbridas indisponibles. En la nueva arquitectura, los antiguos satélites GEO de Intelsat —como el Intelsat 39 en 62° E— conviven con los MEO O3b mPower de SES y con pases prioritarios sobre OneWeb, creando por primera vez una oferta verdaderamente multiórbita desde una sola mesa de negociación.
La integración no fue solo financiera; implicó la fusión de dos culturas técnicas. Los ingenieros de Intelsat aportaron tres décadas de experiencia en payloads de banda ancha de alta potencia y en contratos de servicio vitalicio con 50 gobiernos; los equipos de SES añadieron su know-how en constelaciones MEO de 8,000 km y en gestión dinámica de haces. El resultado es una flota virtual que puede desplazar 1 Tbps de capacidad en menos de 90 segundos, saltando de GEO a MEO o a LEO según la latencia requerida por el cliente. Ese “satélite líquido” es precisamente lo que el Pentágono había pedido desde 2022 y lo que la aviación comercial necesita para ofrecer Wi-Fi de 100 Mbps en vuelos transoceánicos.
En el tablero sudamericano, Perú ocupa una casilla clave del nuevo mapa. A diferencia de otros países donde la presencia de Intelsat se limita a vender megahertz, en territorio peruano la compañía —ahora filial de SES-Intelsat— tiene piel en el juego: una concesión única vigente hasta 2038, 14 empleados directos en Lima y una red de 11 estaciones terrenas que van desde Talara hasta Puno. La razón de ese anclaje no es casual; el 42 % de la capacidad de banda C del Intelsat 14 (45° O) está apuntada a antenas peruanas, y el 60 % del tráfico de TV Perú Internacional sale por el transpondedor 12 del Intelsat 11 a 317° E, generando 8 millones de dólares anuales en derechos de uso.
La apuesta rural, sin embargo, es donde la fusión empieza a mostrar su valor. El programa #TeConectamosPerú —lanzado originalmente por Intelsat y la operadora local Andesat— pasó en 2025 de ser un piloto social a un negocio escalable. Gracias a los 30 satélites MEO que aportó SES, la latencia bajó de 650 ms a 120 ms, lo que permite ofrecer planes de 10 Mbps simétricos a 29 soles mensuales sin subsidio. Esa cifra es 35 % más barata que la tarifa promedio de LTE rural y ha convertido a la alianza en el cuarto operador móvil del país, medido por número de estaciones base satelitales activas: 1,247, de las cuales 892 ya transmiten en 3G y 355 en 4G, cubriendo a 3,2 millones de peruanos que antes estaban fuera de cualquier cuadrícula.
La television, por su parte, se ha reinventado como servicio cloud. TV Perú ya no alquila transpondedores fijos: compra un “pool” de 400 MHz en la constelación GEO que puede repartir entre eventos en vivo, canal lineal y OTT. Durante la final de la Copa Sudamericana 2025, la señal primaria salió por el Intelsat 14, pero el feed para TikTok y la señal 4K para Star+ se uplinkeó dinámicamente al MEO O3b mPower cuando la audiencia superó los 2 millones de usuarios simultáneos. Ese salto, imposible hace dos años, se facturó por minuto y costó 18,000 dólares, 70% menos que si hubieran tenido que desplegar un satélite de contribución adicional.
El gobierno peruano ha respondido con velocidad al nuevo menú de opciones. A través del Proyecto Huascarán, la Presidencia del Consejo de Ministros contrató 150 Mbps bidireccionales MEO para 48 centros de vacunación remotos en la Amazonía, con despliegue en 72 horas. El Ministerio de Defensa, por su parte, cerró un contrato marco de 14 millones de dólares para tres años de servicio LEO prioritario sobre OneWeb, gestionado desde la estación terrena de SES-Intelsat en Lurín. Por primera vez, los aviones de vigilancia de la FAP podrán bajar imágenes SAR en tiempo real sin necesidad de aterrizar, algo que los mandos consideran “un salto generacional en soberanía tecnológica”.
El sector privado no se ha quedado atrás. Las mineras de cobre del sur —que consumen 38 % de la capacidad satelital del país— migraron sus back-ups de GEO a un esquema híbrido: producción crítica por MEO y monitoreo ambiental por LEO. Solo Antamina ahorró 1,2 millones de dólares en 2024 al reducir el downtime de sus camiones autónomos de 4% a 0,3% gracias a la latencia de 50 ms que ofrece el enlace MEO. El consorcio Camisea, por su parte, usa la cobertura LEO para telemetría de sus ductos en la selva, mientras mantiene la voz de emergencia en GEO, duplicando así la resiliencia sin duplicar costos.
Los desafíos, claro, persisten. El regulador OSIPTEL aún no ha publicado la licencia multiórbita que permita a SES-Intelsat facturar todos sus servicios desde una sola factura, lo que obliga a la filial peruana a mantener tres registros contables distintos. Además, la reciente subasta de 600MHz en banda Ka adjudicó 40% del espectro a operadores terrestres 5G, reduciendo el ancho de banda disponible para gateways satelitales en Lima. La solución provisional fue desplazar la estación primaria a Chimbote, donde el clima costero reduce la interferencia en 2 dB, pero el traslado demandará una inversión de 6 millones de dólares y 14 meses de permisos ambientales.
Mirando hacia adelante, la hoja de ruta peruana de SES-Intelsat apunta a tres metas: primero, desplegar 500 estaciones MEO adicionales antes de fin de 2026 para cerrar la brecha digital en los 12 distritos más pobres del VRAEM; segundo, habilitar un gateway LEO en Pucallpa que sirva como nodo de reserva para toda la cuenca amazónica; y tercero, lanzar un paquete de 50 dólares mensuales que combine 100 GB de datos, televisión HD y telemedicina para 5,000 establecimientos de salud primaria. El éxito dependerá menos de la tecnología —que ya existe— que de la velocidad regulatoria y de la estabilidad política que garantice los 180 millones de dólares de inversión comprometidos.
En síntesis, la historia de Intelsat en Perú ejemplifica la transformación de toda la industria satelital: de vendedores de transpondedores a proveedores de experiencias de conectividad indistinguibles del fibra óptica. La fusión con SES no solo multiplicó la cantidad de satélites visibles desde Lima; creó un ecosistema donde un maestro de Nueva Cajamarca puede dar clases en vivo con 120 ms de retardo mientras TV Perú transmite la selección en 4K a París sin contratar un solo transpondedor fijo. Si el Estado peruano logra actualizar su marco normativo al mismo ritmo que avanza la tecnología, el país podría convertirse en el primer laboratorio a escala real de la promesa multiórbita: conectividad universal, soberanía digital y exportación de contenido, todo desde la misma constelación de antenas que ahora brilla sobre la cordillera de los Andes.







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