Guerra Electrónica moderna: Interferencia de radares y enlaces de datos de terceros países mediante falsas firmas de radar
- Alfredo Arn
- hace 15 minutos
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La guerra electrónica (EW) ha trascendido el ámbito de los conflictos directos para convertirse en un instrumento de presión geopolítica capaz de comprometer sistemas de radar y enlaces de datos de terceros países. Esta evolución tecnológica permite a potencias militares interferir infraestructuras críticas sin declarar hostilidades abiertas, generando firmas falsas de radar que engañan a aeronaves enemigas y desestabilizan operaciones de reconocimiento internacional.
El desarrollo de sistemas móviles de EW como el Krasukha-4 ruso o el Type-815 chino ha democratizado el acceso a capacidades de interferencia de alcance estratégico. Estas plataformas operan en bandas de 4-8 GHz con rangos superiores a 300 km, permitiendo saturar receptores de radar OTAN y simular hasta 256 blancos falsos simultáneos, como demostró China en el mar de la China Meridional durante ejercicios de 2020.
El spoofing radar (1) representa la técnica más sofisticada, empleando algoritmos de modulación digital para crear ecos sintéticos indistinguibles de blancos reales. En 2021, investigadores del RAND Corporation documentaron cómo estaciones móviles chinas generaron una firma falsa de portaaviones que desvió 180 km la ruta de un P-8A Poseidon estadounidense, consumiendo 2.3 horas de vuelo extra y 8,000 litros de combustible.
El jamming activo (2) complementa estas operaciones mediante transmisores de alta potencia que inutilizan enlaces de datos Link-16 y sistemas IFF (Identification Friend or Foe). Durante conflictos en Siria (2018), sistemas Repellent-1 rusos interferieron comunicaciones de F-35 israelíes, provocando el lanzamiento de 8 misiles AIM-120 contra blancos inexistentes, según datos desclasificados del IISS.
Estas capacidades erosionan la soberanía electromagnética de naciones no directamente enfrentadas. El caso de Estonia en 2022 ilustra este fenómeno: sistemas EW rusos interferieron temporalmente el radar de control aéreo en Tallinn durante ejercicios OTAN, generando 47 falsos contactos que paralizaron el tráfico aéreo civil por 3.2 horas.
La proliferación de tecnologías EW comerciales ha reducido barreras de entrada. Sistemas como el DroneShield australiano o Avtobaza-M iraní, disponibles en mercados grises por 2-15 millones de dolares, permiten a actores no estatales interferir drones de reconocimiento de terceros países, como evidenciaron incidentes en el golfo de Omán (2019) donde petroleros noruegos reportaron pérdida de control de UAVs de inspección.
Estados Unidos e Israel también han desplegado capacidades avanzadas de spoofing y jamming contra terceros países, aunque con mayor opacidad. En 2007, durante la Operación Orchard, Israel utilizó el sistema Suter para infiltrar y engañar radares rusos S-300 en Siria, creando una “ventana invisible” que permitió el bombardeo de un reactor nuclear sin detección. Por su parte, EE.UU. ha empleado el EA-18G Growler y el Next Generation Jammer para interferir enlaces de datos de drones iraníes sobre el estrecho de Ormuz, generando pérdida de control y caídas accidentales en territorio de Omán y Emiratos Árabes Unidos, según reportes filtrados de The Intercept (2021). Estas operaciones demuestran que el spoofing transnacional no es exclusivo de algunas potencias, sino una práctica extendida entre actores que buscan mantener la superioridad electromagnética sin exposición directa.
El marco legal internacional permanece insuficiente. Mientras la Convención de Ginebra regula armas convencionales, no existe protocolo específico para spoofing transnacional. Esta laguna permite a potencias probar capacidades en espacios aéreos de terceros países sin consecuencias jurídicas, como cuando Suiza detectó en 2023 interferencias en su radar militar originadas desde territorio francés durante ejercicios bilaterales no coordinados.
Las implicaciones estratégicas incluyen la desestabilización de operaciones de paz internacional. En Mali (2021), sistemas EW franceses interferieron temporalmente radar de helicópteros rusos operando bajo mandato de la ONU, generando tensión diplomática cuando 12 falsos contactos provocaron maniobras evasivas que dañaron infraestructura civil en Gao.
Las contramedidas emergentes incluyen radares de doble banda con autenticación criptográfica y redes de sensores distribuidas. Sin embargo, su implementación en terceros países requiere inversiones de 50-200 millones de dolares por nación, inaccesibles para el 78% de estados vulnerables según análisis del Stockholm International Peace Research Institute (2023).
La EW moderna transforma el espacio electromagnético en un dominio de confrontación permanente donde terceros países se convierten en campos de prueba tecnológico. La comunidad internacional debe desarrollar tratados específicos que regulen el spoofing transnacional, estableciendo mecanismos de verificación y consecuencias por interferencia no autorizada, antes de que incidentes menores escalen a crisis diplomáticas irreversibles.
Referencias
(1) Spoofing radar: es una técnica de guerra electrónica que consiste en generar y transmitir señales electromagnéticas falsas que imitan con alta fidelidad las características físicas de los ecos reales de un blanco, con el objetivo de engañar al receptor del radar y hacerle interpretar como genuinos unos blancos que en realidad no existen o están desplazados.
(2) Jamming activo: es una modalidad de interferencia electrónica que consiste en emitir intencionalmente señales de radiofrecuencia dentro de la banda de recepción de un radar, comunicación o sistema de navegación con la finalidad de degradar o bloquear su capacidad para detectar, identificar o intercambiar información.







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