El Póquer Geopolítico de EEUU: Aranceles como arma en el tablero del comercio global
- Alfredo Arn
- 5 ago
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En las últimas décadas, Estados Unidos ha redefinido su rol en el sistema comercial internacional, transformando los aranceles en una herramienta central de su estrategia geopolítica. Más allá de su función tradicional como mecanismo de protección económica, estos gravámenes se han convertido en palancas de presión destinadas a reconfigurar alianzas, forzar renegociaciones y reordenar cadenas de suministro globales. Este enfoque, aparentemente desestabilizador, responde a una lógica de disrupción calculada; generando incertidumbre estratégica para obtener ventajas tácticas en múltiples frentes simultáneos, desde la competencia tecnológica hasta la seguridad nacional.
En este nuevo paradigma, los socios comerciales —desde la Unión Europea hasta China y América Latina— se ven inmersos en un juego de alto riesgo, donde las reglas del comercio multilateral se subordinan a la diplomacia coercitiva. Anuncios repentinos de aranceles, su suspensión condicional o su aplicación selectiva crean un clima de tensión que obliga a los contrincantes a negociar bajo condiciones estadounidenses. Esta táctica aprovecha la interdependencia económica global como un arma, sabiendo que el costo de un conflicto prolongado es mutuo, lo que amplifica el poder de disuasión de Washington.
Sin embargo, esta estrategia no está exenta de consecuencias sistémicas. La erosión de las normas del Organismo Mundial del Comercio (OMC) y la desconfianza en los mecanismos multilaterales debilitan la predictibilidad que sustenta el comercio internacional. En respuesta, aliados y adversarios diversifican sus dependencias, promueven bloques regionales y aceleran la fragmentación de la economía global. A largo plazo, esta desintegración parcial podría perjudicar incluso a Estados Unidos, al generar cadenas de valor menos eficientes y mercados más cerrados.
En esencia, esta nueva doctrina comercial refleja una concepción del poder basada en la asimetría y la confrontación directa. Si bien ha permitido avances puntuales, como la renegociación de acuerdos comerciales, su legado podría ser un orden económico más volátil y menos cooperativo. Para las élites globales, surge una pregunta crítica: ¿puede la estabilidad internacional sostenerse bajo una política exterior que utiliza el comercio como campo de batalla? La respuesta definirá no solo el futuro del intercambio económico, sino también la arquitectura del poder en el siglo XXI.







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