El Nuevo Orden Mundial y la oportunidad Geoestratégica del Perú
- Alfredo Arn
- 25 nov
- 4 Min. de lectura

El sistema internacional de 2025 ya no responde a la hegemonía unipolar estadounidense sino a una fragmentación multipolar caracterizada por la competencia abierta entre potencias y la erosión de las instituciones globales. El orden liberal basado en reglas, construido tras la Guerra Fría, colapsa bajo el peso de 59 conflictos militares activos ─la cifra más alta desde 1945─ y una crisis de legitimidad de las democracias occidentales. No se trata de una transición ordenada, sino de un proceso inestable y transaccional donde la seguridad nacional prima sobre la eficiencia económica y los actores medios buscan autonomía en un tablero global cada vez más propenso al choque. Este contexto define una era de hegemonías quebradas y vasallajes emergentes, donde la incertidumbre es la única constante.
La rivalidad Estados Unidos-China constituye el eje gravitacional de este nuevo orden. Washington impone controles tecnológicos y aranceles del 60% a productos chinos, mientras Pekín responde con restricciones a minerales críticos y acelera su desacoplamiento financiero. La guerra comercial ya no es retórica; amenaza con recortar el crecimiento chino al 3-4% y provocar recesión en economías exportadoras como Alemania. Ambas potencias se preparan militarmente para un escenario de conflicto, aunque los analistas descartan la guerra como hipótesis base. La pregunta central ya no es si China desafiará a EE.UU., sino si ambas pueden coexistir sin caer en un enfrentamiento catastrófico que reconfigure el sistema por la fuerza.
Mientras las potencias tradicionales se debilitan, el Sur Global emerge como actor estratégico con voz propia. Países como Brasil, India, Turquía y Arabia Saudita consolidan una institucionalización alternativa ─BRICS+, COP30, G20 en África─ que busca desmontar el monopolio occidental sin subordinarse a un nuevo imperio. Esta multi-alineación se manifiesta en la "laboratorio africano", donde potencias emergentes compiten con Rusia y China por influencia, y en América Latina, donde naciones exigen cierre de bases militares extranjeras y rechazan la lógica hegemónica. El resultado no es un nuevo orden consensuado, sino un mosaico de autonomías pragmáticas donde la soberanía defensiva se vuelve imperativa.
La estabilidad del sistema enfrenta tres factores desestabilizadores estructurales. Primero, la crisis de las democracias occidentales; la polarización en EE.UU. y Europa debilita su proyección externa y genera dudas sobre compromisos de seguridad tradicionales.Segundo, la explosión de la deuda soberana;: 54 países destinarán más del 10% de sus presupuestos a intereses en 2025, creando caldo de cultivo para disturbios en estados frágiles como Pakistán, Egipto o Nigeria. Tercero, el cambio climático intensifica la competencia por recursos críticos ─litio, cobre, tierras raras─ reconfigurando mapas de poder y generando nuevas fricciones geoestratégicas.
Ante este panorama, los escenarios futuros oscilan entre el optimista ─procesos de pacificación en Asia y un orden más inclusivo liderado por el Sur Global─ y el más probable: un "Estados Unidos contra todos" donde la desglobalización genera estanflación (1) persistente, el gasto militar desplaza la inversión social y la violencia se normaliza en regiones como Medio Oriente. La hipótesis de cola, aunque remota, no puede descartarse; un choque directo EE.UU.-China o un colapso nuclear regional reconfiguraría el sistema de forma abrupta e irreversible.
El Perú ingresa a este tablero con un perfil de potencial no consolidado. Geográficamente, posee un litoral estratégico y recursos críticos que lo convierten en nodo bioceánico ideal para conectar Sudamérica con Asia. Es líder mundial en cobre, zinc y oro, y desarrolla la "franja de litio" de Puno a Cusco, minerales indispensables para la transición energética global. Académicamente, ocupa el puesto 42 en formación científico-tecnológica según el Índice Global de Innovación. Sin embargo, su inserción permanece periférica; depende de la exportación de materias primas sin procesamiento, su gobernabilidad es débil ─último lugar en percepción de corrupción entre 69 naciones─ y carece de una doctrina estratégica multisectorial que trascienda gobiernos.
Ante la rivalidad EE.UU.-China, Lima ha ensayado una estrategia de "autonomía pragmática". El Puerto de Chancay, con inversión china de 3,500 millones de dólares, no entraña riesgo de sanciones estadounidenses porque su valor no es exportar a Norteamérica, sino conectar el Pacífico con el Atlántico como hub logístico regional. Paralelamente, moderniza sus Fuerzas Armadas con tecnología occidental ─cazas Rafale o Gripen, acuerdos con Corea del Sur─ y protege su TLC con EE.UU., cuyas agroexportaciones no generan déficit bilateral y deberían sobrevivir a los aranceles trumpistas. Esta ecuación permite maximizar inversiones sin subordinarse a ningún bloque.
Las oportunidades son concretas pero temporales. Perú puede consolidarse como hub de conectividad regional, procesar localmente sus minerales críticos para escapar la maldición de las materias primas, y liderar en foros como COP30 o el G20 para negociar autonomía. Su ventana de oportunidad se cierra hacia 2027, cuando el nuevo orden mundial se solidificará. Si logra capitalizar su posición, podría pasar de exportador primario a actor geoestratégico con capacidad de fijar precios y condiciones en cadenas de valor críticas.
Sin embargo, enfrenta amenazas existenciales. La crisis de deuda soberana global podría contagiar su economía ante shocks externos. La captura ideológica en sectores clave ─educación, justicia─ debilita la cohesión nacional necesaria para una política de Estado. Y la inestabilidad política interna, con rotación constante de autoridades, impide implementar el Plan Estratégico de la Cancillería 2025-2030. La debilidad institucional es su talón de Aquiles: sin reforma educativa, shock anti-burocrático y modernización militar, los recursos críticos no se traducirán en poder nacional.
Convertirse en actor geoestratégico no depende solo de geografía o riqueza mineral, sino de la voluntad política de emplear ambos para construir soberanía. El Perú debe formar elites con visión de Estado, simplificar su tributación para atraer inversión de calidad y profesionalizar sus Fuerzas Armadas como garantes de recursos críticos. Su futuro en el nuevo orden mundial no está escrito; será espacio de extracción competitivo entre potencias o nodo soberano del Pacífico sudamericano. La decisión, y la ventana, son ahora.
(1) Estanflación es la combinación de estancamiento económico (crecimiento bajo o negativo, alto desempleo) con inflación alta (aumento generalizado de precios). Es un fenómeno económico poco común y peligroso porque rompe la lógica tradicional: normalmente, en recesión los precios bajan, y en crecimiento pueden subir.







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