Perú y la geopolítica verde de China: Entre oportunidades estratégicas y desafíos soberanos
- Alfredo Arn
- 10 sept
- 3 Min. de lectura

En un mundo que acelera su transición hacia energías limpias, los minerales críticos como el cobre, el litio y las tierras raras se han convertido en los nuevos “petróleo del siglo XXI”. En este escenario, Perú emerge como un actor clave gracias a sus vastas reservas minerales, mientras que China, líder indiscutible en la producción y comercialización de tecnologías verdes, busca asegurar el acceso a estas materias primas mediante su llamada “geopolítica verde”. Esta estrategia no solo busca mitigar el cambio climático, sino también consolidar su dominio en las cadenas globales de valor sostenibles, convirtiendo a países como Perú en socios estratégicos —y a veces, en escenarios de tensión.
La relación entre Perú y China se ha profundizado en las últimas dos décadas, especialmente en el sector minero. Empresas estatales y privadas chinas operan algunos de los yacimientos de cobre más importantes del país, como Toromocho y Las Bambas. Estas inversiones han inyectado miles de millones de dólares a la economía peruana, pero también han generado conflictos sociales y ambientales que cuestionan la sostenibilidad del modelo. La “geopolítica verde” china, aunque promueve energías limpias a nivel global, no siempre se traduce en prácticas responsables en los territorios donde extrae los recursos, lo que ha generado desconfianza en comunidades locales y autoridades regionales.
Uno de los mayores desafíos para Perú es evitar caer en la trampa de la “economía extractivista”. Actualmente, el país exporta minerales en bruto o poco procesados, mientras que China los transforma en baterías, paneles solares y vehículos eléctricos, capturando la mayor parte del valor agregado. Para romper este ciclo, Perú necesita negociar con China —y otros socios— inversiones que incluyan transferencia tecnológica, industrialización local y desarrollo de capacidades en el procesamiento de minerales críticos. Solo así podrá convertirse en un actor activo, y no pasivo, de la transición energética global.
El litio representa una oportunidad única en este contexto. Perú posee importantes reservas en el sur del país, aún subexplotadas, que podrían posicionarlo como un proveedor estratégico en la cadena de valor de las baterías. Empresas chinas ya han mostrado interés en asociarse con el Estado peruano o con privados para desarrollar estos yacimientos. Sin embargo, el gobierno debe actuar con prudencia; establecer marcos legales claros, exigir estándares ambientales y sociales, y garantizar que las ganancias se redistribuyan equitativamente. El ejemplo de Bolivia y Chile —con políticas más estatales sobre el litio— ofrece lecciones valiosas.
A nivel geopolítico, Perú se encuentra en una encrucijada. Por un lado, China ofrece inversión rápida y con menos condiciones que los socios occidentales. Por otro, Estados Unidos y la Unión Europea presionan por cadenas de suministro “seguras y éticas”, alejadas de la influencia china, y ofrecen cooperación técnica y financiera bajo criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza). Perú no debe verse forzado a elegir un bando, sino aprovechar esta competencia para obtener mejores condiciones, diversificar socios y fortalecer su autonomía estratégica en el mercado de minerales verdes.
Además, la “Ruta de la Seda Verde” —versión sostenible de la Iniciativa Belt and Road— abre puertas para que China financie infraestructura ecológica en Perú: parques solares en zonas mineras, hidroeléctricas de bajo impacto, o redes de carga para transporte eléctrico. Estos proyectos podrían ayudar a descarbonizar la propia industria minera peruana, reduciendo su huella ambiental y mejorando su competitividad global. Sin embargo, es crucial que estos acuerdos incluyan cláusulas de transparencia, participación ciudadana y respeto a los derechos indígenas, para evitar nuevos conflictos.
La gobernanza interna será determinante. Perú necesita una política de Estado clara sobre minerales críticos, con visión de largo plazo, que articule a los sectores público, privado y comunidades. Debe fortalecer sus instituciones ambientales, mejorar la fiscalización de proyectos mineros y promover la innovación tecnológica local. Solo con una estrategia nacional coherente podrá negociar desde la fortaleza con China y otros actores globales, evitando la dependencia y asegurando que la “geopolítica verde” beneficie realmente al desarrollo sostenible del país.
En conclusión, la convergencia entre la riqueza mineral de Perú y la ambición verde de China es una realidad geopolítica irreversible, pero no predeterminada. El futuro dependerá de cómo el Estado peruano gestione esta relación; si se limita a ser proveedor de materia prima, seguirá en la periferia del sistema global; si logra industrializar, agregar valor y proteger su entorno social y natural, podrá convertirse en un actor protagónico de la nueva economía verde. La ventana de oportunidad está abierta, pero se cierra rápido. Perú debe actuar con visión, soberanía y responsabilidad histórica.







Comentarios