Perú entre el agua, el litio y los satélites: cómo afrontar los nuevos conflictos globales sin perder la pachamama
- Alfredo Arn
- 20 sept
- 3 Min. de lectura

El Perú exporta oro, cobre y peces, pero importa hasta los sensores que miden la calidad del aire en Lima. Mientras el mundo se pelea por litio, agua dulce y órbitas satelitales, el país se ha convertido en un observatorio privilegiado de la interdependencia letal; sus glaciares almacenan el 70 % del agua andina, el salar de Uyuni vecino contiene la mitad del litio mundial y su costa alberga las estaciones de rastreo que China y EE.UU. quieren para vigilar el espacio. La pregunta es si Perú seguirá siendo corredor logístico de otros o logrará convertir su geografía en soberanía estratégica.
El agua es el primer frente. La Cordillera Blanca ha perdido el 40 % de su volumen desde 1970 y la cuenca del Rímac —que abastece a 10 millones de limeños— reduce su caudal 3 % anual. Chile planea desviar el Lauca y Bolivia quiere regar el Altiplano con agua del Titicaca; sin un tratado trilateral actualizado, Lima podría verse obligada a desalinizar el Pacífico, lo que elevaría su factura energética en un 25 % y aumentaría la dependencia del litio que otros extraen del altiplano.
El litio, justamente, pasa al lado sin detenerse. Perú no tiene salares comparables a los del triángulo Argentina-Bolivia-Chile, pero alberga el 6 % de las reservas mundiales de tantalio —mineral indispensable para condensadores de celulares y autos eléctricos— y cobre de alta ley que ya se cotiza como “metal crítico” en Washington. El riesgo es repetir la historia: exportar concentrado de cobre a China y comprar de vuelta los cables de alta tensión. El Proyecto Toromocho ampliado podría agregar una fundición de cobre-electrólisis si se exige —como hizo Indonesia— que toda exportación bruta vaya acompañada de un plan de refinación local en cinco años.
La biotecnología abre una ventana inversa; exportar conocimiento sobre biodiversidad antes que otros patenten nuestra vida. La Universidad Peruana Cayetano Heredia secuenció 1,200 plantas amazónicas y liberó la base de datos bajo licencia Creative Commons; falta un fondo de frontera bio —financiado con 1 % del royalty minero— que pague PhD peruanos para editar con CRISPR esas moléculas y libere los resultados sin regalías a cooperativas indígenas, bloqueando la biopiratería de farmacéuticas europeas.
Los alimentos ya generan choque diplomático: cuando Rusia invadió Ucrania, el trigo peruano subió 40 % y el pan se volvió noticia. El país importa el 80 % del trigo que consume, pero exporta espárragos y mangos que requieren agua que no tenemos. La solución pasa por semillas de trigo resistentes a sequía desarrolladas en la estación experimental de La Molina y por un corredor seco de irrigación tecnificada en Piura y Lambayeque que reduzca 30 % el consumo de agua mediante sensores de cobre-tantalio hechos en el Perú.
El espacio es el nuevo altiplano. La estación de rastreo Chilca que China levantó en 2019 —sin pasar por licitación pública— captura datos de satélites BeiDou que guían misiles y reparten créditos en el Belt and Road. El Perú acaba de firmar con la NASA el programa SPARTAN para vigilar glaciares, pero no hay ley que obligue a compartir las imágenes con el Estado peruano. Una ley de observación terrestre podría exigir que todo contrato satelital ceda a Perú el 20 % de las imágenes de sus propio territorio, como ya hace la Unión Europea con Copernicus.
La inteligencia artificial se militariza antes que se regule. El Ejército peruano prueba drones IA-edge para vigilar el VRAEM, pero los chips vienen de Silicon Valley y la nube de análisis corre en AWS. Un CERT militar peruano —financiado con 0,5 % del presupuesto de Defensa— podría desarrollar algoritmos locales sobre hardware abierto RISC-V y almacenar los metadatos en una nube gubernamental que ya opera el Sistema Nacional de Gestión Documental, evitando que un apagón contractual deje ciegos a los operadores antinarcóticos.
Perú no necesita un nuevo Plan Marshall; necesita convertir su geografía estratégica en valor capturado localmente. Si Lima exige refinación de cobre, Loreto libera semillas CRISPR sin patentes, Piura reduce agua con sensores nacionales y Chilca comparte imágenes satelitales, el país pasará de ser corredor de commodities a nodo de soberanía andino-amazónica en la era donde el agua, el litio y los datos valen más que el oro que ya extraemos.







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