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La gran muralla orbital: China teje su conectividad Internet desde el espacio

  • Foto del escritor: Alfredo Arn
    Alfredo Arn
  • 29 sept
  • 3 Min. de lectura
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Mientras la conectividad por satélite se consolida como un pilar fundamental de las telecomunicaciones globales, una nueva carrera se libra más allá de la atmósfera. En este escenario, China emerge no solo como un participante más, sino como una potencia decidida a liderar la construcción de la próxima internet espacial. A través de una ola de despliegues de mega-constelaciones, el gigante asiático está transformando sus ambiciones en una realidad tangible que compite por el dominio del cielo.

Los Gigantes de la Constelación China, el panorama está liderado por actores con planes que rivalizan en escala con los de SpaceX o Amazon. A la cabeza se encuentra Spacesail y su constelación Qianfan, que ya cuenta con 90 satélites en órbita y una visión audaz de expandirse a 15,000. Muy de cerca le sigue China Satellite Network, operador de la constelación Guowang/Xingwang, con 34 satélites activos y un plan para 12,992. A este duopolio se suma Hongqing Technology y su proyecto Honghu-3, que apunta a desplegar 10,000 satélites. Según ABI Research, China ya posee el 9% de los satélites activos en 2024, una cifra que no hará más que crecer.

Estrategia nacional: más que solo satélites, el impulso de China no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una estrategia nacional coordinada y de largo alcance. Dos iniciativas clave lo demuestran:

  1. El "Camino de la Seda Espacial": Esta extensión de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI) utiliza el sistema de navegación BeiDou (con 45 satélites) como columna vertebral para ofrecer servicios de comunicación, navegación y posicionamiento a los países socios, consolidando su influencia geopolítica a través de la infraestructura crítica.

  2. Planes de Acción Locales: Tanto Shanghai como Beijing han lanzado ambiciosos planes quinquenales. Shanghai busca una capacidad de producción anual de 50 cohetes y 600 satélites para 2025, mientras que Beijing está creando ecosistemas de innovación, como el "Beijing Rocket Street", para fomentar la industria comercial.

Esta estrategia se complementa con una diplomacia espacial activa; 46 acuerdos de cooperación con 19 países y 4 organizaciones internacionales en los últimos 8 años hablan de un esfuerzo por moldear la gobernanza global del espacio.

Conectividad Directa al Celular; la verdadera disrupción no está solo en poner satélites en órbita, sino en cómo se integran con la vida cotidiana. La tendencia más significativa es la convergencia hacia la conectividad directa al celular (D2C) y las redes no terrestres (NTN). Se prevé que las conexiones D2C en Asia-Pacífico crezcan de 490,000 en 2024 a más de 36 millones en 2032.

China está construyendo una arquitectura híbrida que integra satélites en Órbita Terrestre Baja (LEO), plataformas de gran altitud (HAPs) y drones (UAVs) con su infraestructura 5G y futura 6G. El objetivo es ofrecer conectividad perfecta no solo en zonas remotas, sino también para aplicaciones críticas como la movilidad autónoma, la realidad aumentada industrial y el Internet de las Cosas (IoT) masivo, cuyo mercado satelital en la región se espera que casi se cuadruplique para 2032.

A pesar del progreso, el ecosistema espacial chino enfrenta limitaciones inherentes. Su naturaleza predominantemente estatal genera una dependencia crítica del gobierno, lo que limita la autonomía estratégica y la capacidad de escalar internacionalmente de sus empresas. Firmas como GalaxySpace, aunque se presentan como privadas, reciben financiación sustancial del Estado y están alineadas con sus objetivos nacionales.

Esta dependencia contrasta con la agilidad y el alcance global de competidores como SpaceX o AST SpaceMobile. El acceso de China a los mercados internacionales está, en gran medida, confinado a los países alineados con su iniciativa BRI, lo que podría relegarlo a un papel regional, en lugar de global, en esta carrera.

China está tejiendo una red en el cielo con una precisión estratégica envidiable. Desde el posicionamiento resiliente de BeiDou hasta la banda ancha de Spacesail y la mensajería por satélite de Tiantong-1, los componentes de un ecosistema de conectividad espacial integral ya están en movimiento.

Su avance no busca únicamente un beneficio comercial; es una jugada de poder blando y soberanía tecnológica. Al integrar servicios satelitales en teléfonos inteligentes, vehículos conectados y drones, China está sentando las bases para que el espacio se convierta en un pilar central de su conectividad y, por extensión, de su influencia global. Si logra superar los cuellos de botella en la fabricación, los lanzamientos y la apertura de mercados, no solo será un actor más en la economía espacial, sino un árbitro decisivo de su futuro.

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