Ciberactivismo y poder en América Latina: una mirada al hacktivismo regional
- Alfredo Arn
- 15 sept
- 3 Min. de lectura

En la región más desigual del planeta, donde la desconfianza en las instituciones es endémica y la vigilancia digital crece sin freno, una nueva generación de activistas ha encontrado en el ciberespacio su campo de batalla. Desde las selvas mayas hasta la Patagonia, colectivos de hacktivistas latinoamericanos están redefiniendo la protesta política, filtrando secretos de Estado y exponiendo las grietas de sistemas que prometían ser invulnerables.
Guacamaya: el vigilante de la selva
En septiembre de 2022, mientras el mundo celebraba el Día de la Amazonia, el colectivo Guacamaya liberó 10 terabytes de información robada a empresas mineras en Perú, Colombia y Chile. Entre los archivos filtrados aparecían contratos secretos que revelaban cómo las transnacionales pagaban a militares para reprimir comunidades indígenas. "La naturaleza no tiene precio, pero ustedes sí", fue el mensaje que acompañó la filtración que expuso a más de 50 ejecutivos y funcionarios. El grupo, que opera desde la clandestinidad, ha convertido el ecologismo radical en su bandera, prometiendo "liberar la tierra del extractivismo digital".
Anonymous resurgido: de máscaras de Guy Fawkes a Telegram
Tras años de aparente inactividad, la legendaria red Anonymous ha experimentado un renacer latinoamericano. En México, la célula "Anonymous México" hackeó en 2023 la página de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), filtrando 6,000 correos que revelaban el espionaje a periodistas y activistas. "No olvidamos, no perdonamos", rezaba el mensaje que apareció durante horas en el portal oficial. En Argentina, el grupo ha atacado repetidamente el Congreso, exigiendo la derogación de leyes que consideran "censura encubierta", mientras en Chile han tomado como blanco a Carabineros tras las protestas de 2019.
La alianza GhostSec-Stormous: cuando el ransomware se vuelve político
Lo que comenzó como una alianza improbable entre hacktivistas árabes y latinoamericanos se ha convertido en una de las amenazas más sofisticadas de la región. GhostSec, conocido por atacar sitios yihadistas, se unió a Stormous para lanzar operaciones en Cuba, México y Colombia. En La Habana, paralizaron durante días el sistema de venta de gasolina, dejando al descubierto la vulnerabilidad de la infraestructura crítica. "No buscamos dinero, buscamos libertad", afirmaron en un comunicado donde exigían la liberación de presos políticos cubanos.
SeigedSec: la nueva ola colombiana
Este colectivo emergente ha revolucionado el hacktivismo colombiano con ataques quirúrgicos contra instituciones de salud y educación. En 2024, robaron 2 millones de registros médicos que utilizaron para exponir la corrupción en la asignación de tratamientos oncológicos. "Sus datos están vendiendo más caro que la vida de los pacientes", denunciaron al revelar cómo hospitales privados priorizaban asegurados sobre pacientes críticos. Su modus operandi incluye la publicación de "kits de transparencia" con tutoriales para que ciudadanos comunes puedan verificar si sus datos han sido manipulados.
El dilema ético: ¿hacktivismo o ciberterrorismo?
Estaremos presenciando la evolución del activismo tradicional hacia formas más radicales de protesta. Sin embargo, expertos en ciberseguridad advierten sobre el riesgo de legitimar acciones que podrían cruzar líneas legales. El caso de Águila Ciega, un APT que ha espiado a periodistas y opositores en Colombia y Ecuador, demuestra cómo el hacktivismo puede ser utilizado como cobertura para operaciones de Estado o crimen organizado.
El futuro digital de la disidencia
Mientras los gobiernos latinoamericanos invierten millones en ciberseguridad, los hacktivistas continúan un paso adelante, adaptándose y mutando como virus digitales. La última tendencia apunta hacia la descentralización total; células autónomas de 3-5 personas que se disuelven tras cada operación. "El verdadero poder no está en hackear sistemas, suele en hackear conciencias", afirma un anónimo integrante de Guacamaya en un chat cifrado. En una región donde la desigualdad y la corrupción persisten, el teclado se ha convertido en la nueva piedra de David contra el Goliat digital.







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